Me comentaba un conocido hace unas semanas que en la empresa en la que trabajaba estaban cansados del trato que recibían de la sede central, en especial en lo referente al bolsillo, que es lo que, a fin de cuentas, más nos duele a todos. Así, me contaba, dentro de la misma campaña podrías encontrarte, en la sede central (en una gran ciudad que dice ser del primer mundo) cobrando como gestor y con comisiones, mientras que ellos estaban de simples teleoperadores. El tema de las comisiones y la categoría es, por lo visto, normal: en el último año le he oído quejarse de lo mismo (sobre todo de las comisiones) en varias campañas que se realizaban conjuntamente en Central City y Culo del Mundo.
Me contaba esto, decía, y que algunos compañeros habían decidido moverse para formar el comité de empresa. Básicamente, cumplir con nuestros derechos como trabajadores para defender sus intereses. Se ve que hubo un chivato y el tema llegó a oídos de la dirección. Y, de repente, se han empezado a producir despidos, todos ellos improcedentes, claro, con su indemnización reglamentaria, coja usted sus cosas y váyase ya, la puerta la tiene ahí. Los afectados, me cuentan, son aquellos que movían el tema y cualquier persona que pudiera estar en el ajo: familiares, compañeros del café, compañeros de mesa…
Me imagino que alguien en la sede de Central City habrá pensado «¿que esos monos extremeños quieren sindicarse y organizarse y pedir que se les trate igual que a trabajadores españoles? Putos sudacas de m…?» «Eh, Pepe, que creo que Extremadura es española. O, por lo menos, está en la Península. Quizás sean portugueses, porque hablan fatal el español. Ya sabes, Extremadura: tomate, matanza, gente de campo, con garrota. Las Hurdes y todo eso. Seguro que van al trabajo en burro.» «Peor me lo pones. Mi abuelo las pasó canutas con sus putos jornaleros. Busca a los responsables y que les rompan las piernas.» «Pepe, que eso ya no se puede hacer.» «Bueno, pues entonces, todos a la calle, haz un buen escarmiento.»
En el fondo, el problema es el de siempre: una empresa funciona bien cuando tiene un personal competente, motivado y bien organizado. Sin embargo, siempre hay alguien que se empeña en echar arena a los engranajes. Puede ser alguien que está en un puesto equivocado (normalmente, más arriba de lo que debería), con un complejo de inferioridad enorme que canaliza atacando a cualquier trabajador competente que pueda ponerlo en evidencia (suelen hacer mucho daño, pues son seres gregarios: identifica rápidamente a sus congéneres y se apoyan mutuamente). Puede ser, desgraciadamente muy habitual, un jefe inútil con un extraño afán por hundir su empresa.
El resultado es, más o menos, el mismo: trabajadores atemorizados y desmotivados, estructura y cadena de mando poco definida o incapaz de cumplir su cometido, información que no llega a quien debería, decisiones de arriba incomprensibles para los de abajo, y la calidad del producto o servicio que se ofrece se resiente, baja el volumen de negocio y nadie presenta soluciones, por miedo o porque los incompetentes han copado los puestos de responsabilidad. Pronto entrará en una espiral descendente de autodestrucción que, dependiendo de la empresa, dará lugar a una agonía más o menos larga.
En fin, un asunto muy tipical Spanish. Podríamos hundir el mundo si exportásemos empresarios y no cerebros.
me suena, sera por que soy de Andalucia
Lo mejor de todo es que la primera cabeza cortada ha sido la de una persona competente que, aunque parezca curioso en esta España nuestra, ocupaba un puesto de dirección.
Por supuesto esta persona se preocupaba por los trabajadores, su despacho siempre estaba abierto a cualquiera y si tenía que dejar a alguien sin trabajo era seguro que había echo todo lo posible por evitar dicha situación.
En fin, esta mañana algunos de los damnificados nos hemos encontrado haciendo cola en la fila del INEM y nos hemos desahogado de lo lindo. Hoy le han pitado los oídos a más de uno y les seguirán pitando un tiempo.