—¡Permiso para ir a Donde-sale-el-sol y caparle, señor!
—Ya lo haré yo el lunes.
Los viernes son terroríficos. Siempre pasa algo. Que además de viernes sea el día en que sensei empieza vacaciones es tentar al diablo, así que senpai y yo estábamos con la mosca detrás de la oreja y esperando… Esperando…
A media mañana, el caos: los usuarios avisan de que no pueden entrar en SAP. Donde-sale-el-sol ha desaparecido del mapa. Y bien desaparecido: no responde ni por MPLS ni por ADSL. ¡Ni siquiera por teléfono! ¡Un meteorito ha arrasado la fábrica! ¡Nos invaden los extraterrestres!
La cara de sensei, al móvil, mientras le van dando partes, es todo un poema. Un lumbreras de mantenimiento, sin avisar, se ha puesto a hacer pruebas con las líneas eléctricas. Como resultado, ha tumbado la luz en la fábrica.
—No lo entiendo. No debería haber pasado.
Y la línea de los SAIs. Y con ella, los routers, los switches, el MPLS, la centralita… y todos y cada uno de los servidores.
—Pero si no debería haber pasado nada.
Y mientras intentábamos arrancar todo y lo chequeábamos, yo iba haciendo mentalmente la lista de cosas que necesitaba para un fin de semana de trabajo no planeado, por si las moscas. E incluía una escopeta.