Hay días que me siento muy cansado, mentalmente exhausto. Puedo llevar media jornada y ya no doy más de mí para el resto del mes.
Coincide siempre cuando tengo que hacer algo en el área de clientes de una gran empresa: Telefónica, Iberdrola… Lo odio. Mucho. Páginas que no cargan, que dan error tres veces de cada cuatro, que tardan una eternidad en mostrar la información (una factura, por ejemplo, y eso tras intentarlo varias veces), secciones permanentemente «muertas», confusas, mal diseñadas, opacas… Inútiles, incluso: malas como consulta, imposible hacer ninguna gestión. Hay veces que llego a una página útil y luego no la vuelvo a encontrar. Toca no pensar en enlaces y caminos lógicos y rastrearlos uno por uno, con gran paciencia.
Es algo común en grandes empresas: competir por ser la más oscura e impenetrable, no sea que el cliente vaya a hacer algo por su cuenta. Sería terrible que, por ejemplo, un usuario pudiera informarse y gestionar qué productos quiere contratar o dar de baja con facilidad. Es mejor desanimarle a través de desinformación y miles de teléfonos (902 al menos, si es posible 806) donde nadie tenga ni idea de cómo gestionar (o ni siquiera qué es, habitual cuando tienes un problema, no sabes el número de teléfono de asistencia técnica que te corresponde e, iluso, llamas a atención al cliente suponiendo que sabrán darte esa información) lo que uno busca.
De las áreas de cliente con las que me tengo que pegar se salvan bancos y algunas empresas medianas (proveedores nuestros, vaya).