La primavera la sangre altera y los comerciales salen a cortejar empresas. Esta semana me han tocado un par de ellos intentando venderme planes para jubilar XP. Hasta nuestra empresa de soporte y apoyo me quiere quitar XP. Y, ojo, no es que no tenga ganas de perderlo de vista (ganas que no han hecho sino aumentar desde que lo mandé a paseo de mi viejo equipo personal en 2004). Si por mi fuera, salvo dos equipos virtualizados para administración, lo mandaba bien lejos de la empresa. Pero me encuentro con la dura realidad, que se traduce en dos situaciones bien distintas:
1) Venerables equipos (PIV, 1GB de RAM DDR 400 y cosas así) dando los últimos coletazos de su vida útil. No es que quiera jubilar XP, es que quiero jubilar los ordenadores. Ese hardware ya no me mueve la ofimática elemental de la empresa (Thunderbird, un navegador, LibreOffice y un visor de pdf) con razonable soltura. Si no tirarlos a la basura, pues mandarlos a las profundidades del almacén como terminales tontos, aunque me temo que su futuro es de equipos de becario.
2) Equipos que venían con Windows 7 y sufrieron un downgrade a XP. Los hay que intentaré cazarlos cuando el dueño esté de vacaciones y meterles su 7. Otros son críticos y me temo que tendrán que esperar: son los últimos XP de sus respectivos departamentos y son ab-so-lu-ta-men-te necesarios para el funcionamiento de la empresa. Porque al final las páginas de los bancos y de Hacienda con lo que mejor funcionan es con XP y versiones antiguas de Internet Explorer.
Bueno, y el miniportátil asignado a la impresora 3D, pues no hemos conseguido que su programa renderice bien en un equipo moderno.
En fin, que aún nos queda una temporada con XP en la empresa.