Darwin Awards

Desde España se presentó anoche una seria candidatura a los premios Darwin (y, como dice alguien en Menéame con más humor negro que yo, con «mención especial por combo»), esos que se dan a muertes o esterilizaciones estúpidas y absurdas de personas sin descendencia que, así, limpian nuestro acervo genético de su estupidez. De una manera sólo entendible en un país donde respetar las normas y seguir el sentido común más elemental está mal visto, un grupo de jóvenes (principalmente) con complejo de lemmings realizó un extraño suicidio colectivo en la Noche de San Juan arrojándose bajo las ruedas de un tren que pasaba a toda mecha, dejando tras de sí a familiares, amigos y mucha más gente (pobre maquinista) marcados de por vida. Por fortuna, no ha estado acompañado el incidente de esa irresponsabilidad criminal también típicamente española que consiste en rodearnos de normas y luego que quien tenga que aplicarlas las ignore vilmente (véase este artículo sobre la explosión del vapor Cabo Machichaco en Santander en 1893, que no tiene desperdicio), por lo que no ha habido muertos más allá de los participantes directos.

Selección typical Spanish

No se puede decir que la selección de fútbol no represente los valores y costumbres españolas. Se vio contra Suiza y se volvió a ver en el partido contra Honduras (y en casi cualquier otro partido oficial donde se juegue algo). Se controla el juego y se juega bien en defensa y en el centro del campo. Se sube la bola, se llega al área y… se busca el pase al compañero. Y luego otro, y otro, y otro, hasta que se pierde el balón o alguien, harto ya de tanta tontería y en la peor posición posible, la manda allá lejos. Tienen miedo de tirar. Miedo a fallar y a ser criticado. Mejor, que lo haga otro. Total, si marca, medio gol es mío, que di el pase y si falla, el fallo es sólo suyo y a él le crucificarán los periodistas.

Es miedo a la responsabilidad. Simple y llanamente. Y es lo común en empresas, en organismos y en la política. El miedo a tomar una decisión y apechugar con las consecuencias. El miedo a comerse el marrón. El escurrir el bulto típico de mandos intermedios (jefes de sección y de departamento) y altos (directivos, ministros), el hacer oídos sordos al problema, el mirar hacia otro lado esperando que se arregle solo. O que un currito cualquiera (entiéndase como «currito cualquiera» aquel que no tiene la responsabilidad), cansado ya de tanta desidia, tire para adelante y lo solucione (momento en el que todos los demás se adjudicarán el mérito) o la cague (momento en el que le valdrá más estar muerto).

Y lo curioso es que, pese a todo, como España frente a Honduras, funcionamos. A trancas y barrancas, a medio gas, con un resultado muy inferior al esperado por el esfuerzo invertido, pero avanzamos. Ignorando a los jefes y rezando tanto que sigan en su mundo de fantasía y no hagan nada que empeore las cosas como que, por una vez, haya un responsable con cojones para asumir su responsabilidad y tirar del carro.

La selección de fútbol es un fiel reflejo de España, sí, señor.

Israel mata, para variar

Hoy hemos desayunado o nos hemos tomado el café con una noticia sorprendente: el ejército de Israel aborda unos buques en aguas internacionales, matando al menos a 10 de sus tripulantes y pasajeros. Los buques en cuestión formaban una flotilla que buscaba provocar a Israel, llevando ayuda humanitaria a la franja ocupada de Gaza. Creo que pocos creían que la flotilla llegara a buen puerto (no les iban a dejar), pero muy pocos podrían creer que Israel llevaría a cabo tal acto de piratería en mitad del Mediterráneo.

En fin, otra tanda de muertos más a sumar a cuenta de un país imposible condenado a desaparecer. No hablo con ánimo antisemita ni con ninguna animadversión grave hacia el pueblo israelí, más allá de la ira del momento por un atropello injustificable, sino con un poco de cabeza histórica: Israel es tan imposible como los estados cristianos de Tierra Santa que se crearon tras la conquista de Jerusalén de 1099 (con una masacre difícilmente igualable). De momento se mantienen, por su propia fuerza y por el apoyo de una potencia poderosa (el Papado entonces, EE.UU. ahora), pero, antes o después, tendrán su Hattin y alguien correrá la misma suerte que Reinaldo de Chatillón. Qué pasará y cuándo es algo que no podemos saber, pero sí que el número de muertes seguirá aumentando hasta entonces, y luego habrá más, muchas más, tantas más cuanto más odio se haya sembrado.

Son un pueblo moribundo. Debe dejarlos morir.

¿Quiénes? ¿Los israelíes narn o los árabes centauri?

Sí.

Esperemos que la cosa no acabe igual (¡Ja! Acabará peor, ya lo veréis… Bueno, nuestros nietos).