Hay días que me reconcilio con mi profesión. Días que me recuerdan lo estimulante que es ser administrador de sistema o comedor de marrones en general. Días que me demuestran que los ingenieros crean hermosas máquinas, pero los fp somos el lubricante que las permite funcionar. Hoy ha sido uno de esos días. Un día horroroso. Un día genial. Un día de recordar viejas entradas leídas en blogs y foros, día de darle caña al Process Explorer y rastrear lo que hace un programa al arrancar. Y a partir de ahí intentar entender qué quiso hacer el programador, pasar de ver el qué hace el programa al porqué lo hace. Y luego, los ojos lagrimeando de tanto ver líneas que indican accesos al registro y a archivos, de revisar los archivos de la aplicación y buscar dónde se guarda lo que estamos buscando, encontrar con que no hay forma de averiguarlo. No, por lo menos, con mis conocimientos.
Día perdido.
Pero el olfato está ahí. Sacando posibilidades de supuestos totalmente inconexos. Olfato, olfato, idea, prueba y… ¡bingo!
Problema resuelto.
Hay a quien le gusta los sudokus o los puzles. A mí que me den un problema interesante. Que las cabezas sesudas se preocupen de conquistar países, que yo pongo los puentes.