Hace tres años ya me hice con un HTC HD7 con Windows Phone 7. Fue mi primer smartphone moderno y sus bondades me hicieron olvidar rápidamente mis preocupaciones sobre privacidad y esas cosas. Me duró menos de dos años: la placa empezó a fallar y el servicio técnico pasó de mí porque, al haberme tocado en un concurso, no tenía factura. Lo sustituí por un Nokia Lumia 620 con WP 8 y seguí más feliz que unas castañuelas. Mi señora también pasó a WP al jubilar su viejo Nokia con Symbian. Supongo que tanto tiempo pegándose con Android en el curro le hizo querer algo cómodo y que funcionase.
Y es que, frente al sistema orientado como plataforma de aplicaciones de Android, en la que ir en montado en un teléfono sólo era algo circunstancial, Windows presentaba un sistema pensado para ser una herramienta de comunicación: la aplicación de contactos permitía unificar contactos de múltiples fuentes (Hotmail/Outlook, la tarjeta SIM, Facebook, LinkedIn) y, desde ahí, seguir sus publicaciones (y dejarles comentarios), enviarles correos, llamarles (obvio) y mandarles mensajes. Para esto último, la aplicación de mensajería permitía usar SMS/MMS, Messenger y el chat de Facebook, teniendo una única conversación por contacto y pudiendo cambiar entre los distintos tipos de mensaje en cualquier momento (que no está conectado por Messenger, pues le mando un SMS, y así). Podía anclar contactos o grupos de contactos a la pantalla de inicio y ver si tenía correos, mensajes o llamadas pendientes y su última publicación en redes sociales. Podía comunicarme rápida y fácilmente sin preocuparme del cómo.
No era perfecto: no se podía seguir las publicaciones en grupos de Facebook ni chatear en grupo, aunque yo esperaba que eso se terminara añadiendo, así como soporte para más redes sociales. Luego este verano llegó la actualización 8.1 y desperté de mis sueños.
Ahora, Mensajes sólo sirve para mandar SMS/MMS. Si quiero mensajería de la mano de Microsoft, hay que usar Skype, que para eso se gastaron una pasta en comprarla. Pero en lugar de agregarla a la aplicación de mensajería, tengo que instalar su propia aplicación, que no sigue el diseño de Windows Phone, tarda un montón en abrir y no puedo hacerlo desde el contacto con el que quiero hablar. Con Facebook, igual: se acabó el comentar publicaciones desde la ficha del contacto, toca abrir la aplicación de Facebook. Y para mensajes, usar la propia aplicación de mensajería de Facebook, que se pasa el diseño de Windows Phone por el forro, tarda un montón en abrir y a la que no puedo acceder desde la ficha del contacto con el que quiero hablar. Al final, la única aplicación de mensajería que mantiene el aspecto minimalista de WP es la de WhatsApp, que en las últimas versiones abre bastante rápido, pero que tampoco se integra en la aplicación de contactos.
Es decir, ahora para mandar un mensaje a alguien tengo que pensar primero qué protocolo usaré (Skype, SMS, Facebook, WhatsApp…) para luego ir a la aplicación correspondiente y buscar en ella al contacto (que puede perfectamente tener un nombre distinto en cada una, sí así quiso). Si quiero seguir, digamos, por Skype una conversación que empecé por Facebook, más me vale tener buena memoria, porque no puedo simplemente remontarme en la conversación y verlo. Sin contar con que ahora necesito tener todas esas aplicaciones instaladas.
En fin, durante tres años tuvimos un sistema operativo para móviles pensado para el usuario y sus necesidades de comunicación y no como mera plataforma donde instalar aplicaciones. Fue bonito mientras duró.
He leído por ahí que con la actualización 8.1 Windows Phone se ha puesto a la altura de Android y de iOS. Me pregunto si de verdad hacía falta dar este salto atrás para rapiñar cuota de mercado.