Estos días pasados me he hecho, by my beautiful face™, con un móvil nuevo con Windows Phone 7. Hace un tiempo comenté que pensaba hacerme de uno, pero que su falta de sincronización directa me hizo descartarlo. Con el tiempo, este descarte quedaba aún más obligado al no poder ver en directo un cacharro con el nuevo sistema de los de Redmond: está muy maltratado por las operadoras y las tiendas de telefonía. Supongo que cuando lleguen los modelos de Nokia lo veremos más, que los hierros finlandeses gozan de gran predicamento por estos lares.
Tengo móvil nuevo, decía. Un poco triste el sacarlo de la caja: el anterior que tuve, un Touch del mismo fabricante, venía en una caja negra de cartón duro y cierre magnético que aún conservo, con protector de pantalla, manual tocho, una buena funda y puntero de reserva. El nuevo, más grande y más caro, viene constreñido en una caja barata, con guía rápida y poco más. Tristes nuevos tiempos.
El cacharro es un señor cacharro, aunque no le pueda colgar la llave del Lancelot que llevo en el Touch. Mueve con soltura lo que le han metido, el nuevo invento de Spectra para dominar los móviles, después de que la malvada cool Apple cambiara las reglas hace ya su buen tiempo con el ay!fon. El mal aprende del mal y nos hace firmar un pacto con la manzana (iba a decir con el diablo, pero aquél se conformaba con el alma) limitando muy mucho lo que podemos meter en el sistema y cómo. En la semana que llevo con el cacharro ya hay algunas cosas que echo de menos del viejo, venerable y obsoleto Windows Mobile/CE.
Pero los sistemas como Mobile o el mismísimo Symbian se han quedado viejos. Ahora que vivimos (o vamos camino de vivir) en la nube (siempre que no nos preguntemos dónde están nuestros datos, no sea que nos dé un soponcio) y consumimos servicios en la nube y, en general, es moda no tener los pies en el suelo, estos viejos sistemas que nos daban el control sobre lo que sucedía en nuestro móvil se extinguen, apartados a puntapiés de la carrera evolutiva. Pasamos a darle el control de nuestro móvil a la operadora si nos daba un buen cacharro y un servicio medio decente. El siguiente paso ¿lógico? era dar el control total al fabricante. Así, leo en multitud de sitios que a Windows Phone le hace falta una buena tienda de aplicaciones, no el poder instalar esas aplicaciones sin tener que pasar por la dichosa tienda, y cosas así. Horror de los horrores. ¿Adónde hemos llegado?
En fin, podía hacer oídos sordos a los cantos de sirena de los tres diablos (el cool, el malomalo y el buenobueno) y seguir con mi viejo cacharro (SCUMMVM al poder), o pasarme a un Symbian. Pero el problema es que, aunque fui fuerte y resisit la tentación cool y la buenrollista, he terminado probando la opción maligna der tó. Y resulta que la maldita es buena de narices. Y las preocupaciones y quejas que tenía de antes (no sincroniza con Outlook, no deja instalar aplicaciones si no es a través de su tienda de aplicaciones, ¿qué pasa con mis datos?…) han pasado a un discreto segundo plano.